Lorenzo Chaparro
Llamadme Lorenzo.
Hace ya algunos meses -no importa cuántos exactamente-, con algo de tiempo y nada de particular que me interesara en internet, pensé en darme una vuelta por la parte literaria del mundo y me puse a escribir un libro que despertara la sonrisa del lector.
Cada vez que la boca se me tuerce en una mueca amarga al ver el telediario; o abro el buzón y veo propaganda para unas elecciones; o me sorprendo frente a una librería imaginando algún libro mío en el escaparate; y, sobre todo, cada vez que me siento dominado por la ira de Michael Douglas en Un día de furia al abrir el periódico, es cuando comprendo que ha llegado la hora de volver a escribir lo antes posible. Escribir es para mí el sucedáneo de la pistola y la bala. En un arrogante gesto filosófico, Catón se arroja sobre su espada; yo, tranquilamente, abro mi procesador de texto. No hay nada de asombroso en eso. Pocos lo saben, pero casi todos alimentamos en un momento dado esos sentimientos que me inspiran un folio en blanco.
Madrid. Siglo XX.